domingo, 12 de febrero de 2012

Educación ambiental

Hace un tiempo en el blog de Manolo Carmona leí una entrada denominada “Ecofatiga” (http://psicoambientalia.blogspot.com/2011/12/ecofatiga.html) en el que comentaba que a pesar de estar informados sobre los problemas medioambientales y la situación crítica a la que estamos llevando La Tierra y sus recursos, no existía voluntad de solucionarlos. Terminaba planteando esto: “ ¿qué soluciones y alternativas se os ocurren para que campañas de comunicación y educación ambiental tengan más eficacia y logren el efecto deseado?”

He tenido la pregunta en la mente muy a menudo. Estos días mientras preparaba mi examen de Psicología Social volvió a estar presente y es por ello por lo que me gustaría, con su permiso, reabrir el debate enlazándolo con la manera en que procesamos la información y actuamos ante ella, formando nuestras actitudes que en último término son las que guían nuestra conducta, o al menos, nuestra intención de actuar de determinada forma.

Las actitudes son una tendencia psicología que expresamos al evaluar un “ente” según nuestras creencias o conocimientos (componente cognitivo), sentimientos y emociones (componente afectivo) o experiencias anteriores (componente conductual). Esa evaluación lleva aparejada una predisposición a responder de determinada forma ante él. El nacionalismo, la xenofobia o la homofobia serían actitudes. Si conocemos como se forma la actitud hacia el medioambiente podremos inducir conductas proambientales.

Como ya he dicho antes, conocemos las consecuencias de nuestra forma de actuar ante el medioambiente y sabemos cuáles son las soluciones para cambiar la situación, ¿por qué no actuamos entonces? Se me ocurren varias hipótesis:

  • No nos sentimos parte del problema, por lo tanto no existe en nosotros un sentimiento de responsabilidad que nos haga modificar nuestra conducta. Eso explicaría porque al ser inconsistentes con nuestra actitud “proambiental” (ya que no realizamos conductas proambientales) no experimentamos la disonancia cognitiva, que sería el malestar psicológico producido al actuar de manera incongruente con nuestra actitud y que nos llevaría a modificar la conducta. Si experimentamos algún grado de disonancia también esta podrá llevarnos a sesgar la información que procesamos, dejando de prestar atención a la referente al cambio climático.
  • Creemos que nuestro cambio de comportamiento no tendrá repercusión en el medio ambiente (solo somos una ínfima parte del mundo) y que por lo tanto el resultado no supere al esfuerzo que conllevará. Ante la expectativa del fracaso, no llevamos a cabo la intención existente de cambiar la conducta. Si creemos que no tenemos los recursos necesarios para solucionar el problema, protegeremos nuestro “autoconcepto” situando la responsabilidad en otras personas, por ejemplo, en el gobierno.
  • Escuchamos mensajes contradictorios sobre el mismo tema que provengan de fuentes fiables para nosotros, como autoridades (científicos, personas de alto status social). Ante esta contradicción podemos ignorar toda la información sino poseemos la capacidad y motivación suficiente para procesarla elaboradamente, analizando cada argumento y evaluándolo por separado hasta formarnos nuestra propia opinión.

El principal determinante de la conducta es la intención o no de realizarla. La intención está influida por tres factores: la actitud ante la conducta, la norma social subjetiva y el control percibido. La intervención para modificar cualquiera de los tres componentes será útil para cambiar las intenciones de la conducta.

La actitud hacia la conducta es el grado en que la persona evalúa favorablemente o no realizar la conducta según tenga consecuencias o no deseables. Se puede medir matemáticamente haciendo a la persona que se posicione en un cuestionario basado en la escala Likert, sobre las creencias de las consecuencias y la valoración de esas consecuencias.

Por ejemplo: “Utilizar el transporte público reduce la contaminación” , posicionese del 1 al 5, donde 1 es totalmente en desacuerdo y 5 totalmente de acuerdo.

Valore hasta que punto considera importante reducir la contaminación atmosférica, 1 sería nada importante y 5 muy importante.

El resultado lo obtendríamos por el sumatorio de los productos de las creencias por la valoración de esas creencias.

La norma social subjetiva es la percepción que el individuo tiene de la opinión de los otros. También podemos medirla según las creencias sobre lo que piensan los individuos importantes para el sujeto respecto a si la persona debe realizar o no la conducta y la motivación de la persona para acatar esa opinión.

El control percibido es la percepción que la persona tiene de lo fácil o difícil que le resultará llevar a cabo el comportamiento.

Recogiendo esta información podemos saber cuál es el factor más influyente en la actitud proambiental e intervenir en él para modificar la conducta asociada.

Si conseguimos que la persona realice alguna conducta relacionada, aunque sea mínima, por ejemplo, reciclar, será más fácil que continúe actuando en esa línea. Pero ese compromiso debe ser aceptado libremente, sin refuerzos ni castigos, ya que justificarían la actuación, evitando que se produzca la disonancia cognitiva y por lo tanto no sería necesario un cambio de conducta para eliminar el malestar. Los castigos (como las multas) o los refuerzos (como la bajada de impuestos) solo consiguen cambios momentáneos.

Cuando nos enfrentamos a actitudes con aspectos positivos y negativos, experimentamos ambivalencia actitudinal. En este caso para eliminar conductas no deseadas, por ejemplo, utilización excesiva del automóvil, debemos no solo destacar los aspectos negativos (aumento de la contaminación), sino también atacar los positivos (rapidez).


Continúo con la pregunta lanzada por Manolo Carmona:

¿Qué soluciones y alternativas se os ocurren para que campañas de comunicación y educación ambiental tengan más eficacia y logren el efecto deseado?”

4 comentarios:

  1. Hola, habitante de la tierra del Pisuerga. Cómo psicólogo ambiental que comparte tus esfuerzos, te recomiendo un poco de Fishbein y Ajzen y su ya clásica Teoría de la acción razonada. Somos la historia de nuestras refuerzos y costes conductuales. La conducta proambiental sólo triunfa socialmente (se generaliza) cuando es reforzada social, moral o económicamente. Así nos luce el pelo a día de hoy. Te recomiendo un libro que deberían leer todos los psicólogos sociales: Feakonomics de Levitt. Clarificador para pensar porque se dan o no determinadas conductas proambientales. Selí.

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  2. Muchisimas gracias por tus recomendaciones, ya he conseguido el libro así que en cuanto tenga tiempo lo comenzaré.

    Estoy de acuerdo contigo en que la conducta solo se generaliza cuando es reforzada, ¿Cómo podriamos dar un paso más alla para que a partir de un primer compromiso mínimo, lleguemos a comprometernos mucho más con el medio ambiente?

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  3. Estoy con José Luis... las dudas que planteas en la entrada, son desarrolladas con maestría en la TPB (Theory of Planned Behavior)de Ajzen.
    A pesar de tener un conocimiento de los problemas ambientales y una actitud positiva en temas pro-ambientales, tan solo una minoría se comportará acorde con esto e intentará solucionar los diferentes problemas de su entorno, por tanto... ¿es la actitud un buen predictor de nuestro comportamiento?

    Esta relación entre actitud y conducta siempre me ha fascinado y soy de la opinión de Festinger (conocido por su teoría de la disonancia cognitiva): La relación sería a la inversa, siendo la conducta la que modela las actitudes y tira de ellas.
    Te dejo un enlace a una de las muchas entradas que le he dedicado a este tema a ver qué opinaís:

    http://psicoambientalia.blogspot.com/2009/09/malditos-hipocritas.html

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    1. Es predictora cuando tenemos en cuenta la multitud de factores que influyen. Y soy mas partidaria de que es predictora mas de la intencion de comportamiento que del comportamiento realizado.
      Leyendo sobre la conducta prosocial encuentro que en la infancia se apreden los beneficios de ese comportamiento (recompensas o evitacion del castigo) y que.una vez a aprendido actuara prosocialmente sin necesidad de refuerzos y es más, si se atribuye como altruista realizara dar ella conducta automaticamente sin refuerzos externos. La conducta proambiental es cada vez más considerada un conducta prosocial, como podemos dar el paso para que comportamientos puntuales proambientales los atribuyamos a un rasgo de nuestra personalidad y actuemos en.consecuencia? Quizas tb aqui influya los prejuicios existentes hacia las personas que consideramos grupos defensores del medioambiente.

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