lunes, 5 de diciembre de 2011

Escrito el 15 de febrero del 2011

Si se me pide que nombre el principal beneficio de la casa, debería decir: la casa alberga un día soñando, la casa protege el soñador, la casa le permite a uno soñar en paz.



Es curioso la forma en que la se pueden adquirir nuevos conocimientos, acceder por casualidad a planteamientos realmente interesantes que de alguna forma están relacionados con tu propia “filosofía” de vida. El azar, la impulsividad de última hora me llevo a la asignatura “Temas de estética”, que ni es de mi carrera, ni me correspondía este año pillar créditos de libre configuración.

El descubrimiento en esta ocasión es Gaston Bachelard, filosofo, psicoanalista y ensayista francés que cree en la filosofía como un intrumento a partir del cual pueden unirse la poesía y la ciencia, fijarlos como dos complementarios. Se adentra en sus ensayos en el mundo epistemológico y posteriormente en el de la “ensoñación”, quedando prácticamente maravillado por este último al final de su carrera.

La imaginación como parte indispensable del ser humano y como terapia para la felicidad.



Borges compartió (en diferentes épocas) un interés común con Bachelard, quizás lo conocía o quizás simplemente la casualidad hizo que ambos repararan en lo mismo: el paraíso como una gran biblioteca. Aquí esta el poema de Borges:


Nadie rebaje a lágrima o reproche

esta declaración de la maestría

de Dios, que con magnífica ironía

me dio a la vez los libros y la noche.



De esta ciudad de libros hizo dueños

a unos ojos sin luz, que sólo pueden

leer en las bibliotecas de los sueños

los insensatos párrafos que ceden



las albas a su afán. En vano el día

les prodiga sus libros infinitos,

arduos como los arduos manuscritos

que perecieron en Alejandría.



De hambre y de sed (narra una historia griega)

muere un rey entre fuentes y jardines;

yo fatigo sin rumbo los confines

de esta alta y honda biblioteca ciega.



Enciclopedias, atlas, el Oriente

y el Occidente, siglos, dinastías,

símbolos, cosmos y cosmogonías

brindan los muros, pero inútilmente.



Lento en mi sombra, la penumbra hueca

exploro con el báculo indeciso,

yo, que me figuraba el Paraíso

bajo la especie de una biblioteca.



Algo, que ciertamente no se nombra

con la palabra azar, rige estas cosas;

otro ya recibió en otras borrosas

tardes los muchos libros y la sombra.



Al errar por las lentas galerías

suelo sentir con vago horror sagrado

que soy el otro, el muerto, que habrá dado

los mismos pasos en los mismos días.



¿Cuál de los dos escribe este poema

de un yo plural y de una sola sombra?

¿Qué importa la palabra que me nombra

si es indiviso y uno el anatema?



Groussac o Borges, miro este querido

mundo que se deforma y que se apaga

en una pálida ceniza vaga

que se parece al sueño y al olvido.



¿Y de qué manera siento yo, un siglo más tarde, que pensamientos de aquel filosofo francés se han entrelazado con los mios propios? ¿Por qué siento que conocer su obra es una gran bocanada de aire fresco para vida, mi futuro, mi propia vocación?

Creo en la unión de la materia y el espiritu, de la ciencia y poesía, de la ARQUITECTURA y la PSICOLOGÍA. Tres grandes círculos quieron que formen mi mundo: humanidades, ciencia y arte. De la mezcla de los tres, espero que nazca mi futuro, mi profesión. Como parte científica he elegido la arquitectura y la psicología, como humana: filosofía, la devoración de libros, la observación, el conocimiento de culturas, la sociología y la historia como punto esencial para poder actuar; como arte: el dibujo y la poesía.


Posiblemente peco de soberbia o inocencia. Cuantos de vosotros pensareís: “que de pajaros tiene en la cabeza”, pero… Gaston Bachelard se atrevió a unir ciencia y poesía, y se fascinó posteriormente con el mundo de la imaginación. Yo, Peter pan, me siento más cerca de la ensoñación que de la realidad y mi inocencia aún me permite creer que es desde él desde donde hay que actuar sobre el mundo real, sobre la materia; utilizando todos los conocimientos a nuestro alcance.



“La imaginación nace en los niños y muere en el común de los hombres”

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