lunes, 5 de diciembre de 2011

"La ciudad es el Pueblo": El territorio como estructura de la conducta humana

En este trabajo he querido abordar la planificación del territorio desde una perspectiva social, a partir de investigaciones llevadas a cabo por la Psicología ambiental.
Para ello parto del concepto de territorio como algo más que un espacio delimitado, dominado y sometido a relaciones de poder especificas por parte de un determinado grupo humano. Quiero centrarme en él como un campo relacional entre el medio ambiente y el ser humano, configurado por unas determinadas relaciones que al cambiar, lo transforman, tratándose de un concepto dialectico que convierte el estudio de las experiencias residenciales anteriores en un instrumento esencial para su planificación. Analizaré a lo largo de todo el texto conceptos como territorialidad, apego al lugar, o el sentimiento de pertenencia e identidad.

Entendiendo el territorio como un concepto cultural, considero el espacio definido no solo por las fronteras físicas, sino también por la conducta de los individuos que lo ocupan; y establezco una interdependencia entre territorio y conducta de modo que, cuando cambian las características del espacio cambia también la conducta que ocurre dentro de este y, a la inversa, los cambios de conducta ocasionan cambios en el espacio. Como decía Sir Winston Churchill “moldeamos nuestros edificios y ellos nos moldean a nosotros”. La planificación territorial no puede prescindir del conocimiento del espacio físico natural, pero tampoco de los agentes sociales involucrados en él; debe buscar la adecuación del espacio social al físico y viceversa.
El medio natural, tal y como hoy lo conocemos, es resultado de actuaciones, actitudes y ambiciones humanas. Debemos dar relevancia a la conducta humana teniendo en cuenta su impacto directo sobre las condiciones del entorno. De esto se ocupa la educación ambiental, promoviendo un comportamiento ecológico responsable, que implica entender y atender a la consecuencias medioambientales que conlleva la actividad humana y actuar de manera que se minimicen los efectos negativos y se maximicen los positivos.

La parte que quiero desarrollar más extensamente es la incidencia de la planificación territorial sobre las relaciones y conductas humanas.
La conducta de la persona es causada por tres ámbitos interdependientes: los genes, los antecedentes culturales acerca de la relación con el ambiente y el ambiente existente. A través de la planificación espacial podemos influir en estos aspecto conductuales: la vida en grupo y la organización social, la relación de los habitantes de un territorio con el “todo” en que está asentado, y la salud mental de los residentes.
El territorio es un elemento fundamental para el desarrollo de una cultura. Necesario para que cualquier grupo humano pueda desarrollarse como tal, sin el cual no lograría establecerse ni identificarse. Por ello es poseído y defendido colectivamente, estableciendo sus fronteras para no entrar en conflictos con otros grupos o pueblos.

La territorialidad definida como el ejercicio de control sobre una porción determinada del espacio, es además, en los seres humanos, el instrumento para la obtención de una meta primaria. Estas metas cambian según las culturas o las organizaciones, entre otros, y requieren una conducta específica. Si el espacio físico permanece constante habrá un desequilibrio. En la cultura occidental, las metas giran alrededor del valor del ser humano. Entre los valores físicos podemos nombrar: salud, supervivencia, adaptabilidad, crecimiento, desarrollo, elección, libertad, participación, empleo del poder, control, placer o comodidad.
Principalmente, mediante la territorialidad se busca aumentar la gama de opciones abiertas al individuo e incrementar al máximo su libertad de elección. En la misma medida en que el individuo o grupo pueda establecer los límites y asegurar un espacio, aumenta su libertad de elección para ejecutar cualquier conducta dentro de ese espacio; y cuando controla las alternativas existentes y los medios de los que dispone puede lograr satisfacer su privacidad, identidad y resto de metas o necesidades primarias.
Doxiadis (1968) ve la libertad de elección del individuo como un determinante esencial a la hora de planear y organizar las ciudades: “Debemos aprender a planear y a construir nuestras ciudades de modo que todos tengamos la oportunidad máxima de elegir libremente. Toda vez que nuestras ciudades restringen, por su propia estructura, el total de elecciones a nuestro alcance, debemos estudiar el tipo de estructura que permita el mejor funcionamiento, en el sentido de que haya el máximo de elecciones posibles.” Esto ayuda a crear la identidad del individuo y elimina el sentido de “autómata”.

Altman va más allá en su definición de territorialidad humana concibiéndola como un “patrón de conducta asociada con la posesión u ocupación de un lugar por parte de un individuo o grupo, que implican la personalización y defensa contra los invasores”. Tendríamos entonces dos nuevas funciones de la territorialidad: la organización social y la identidad. Según la primera, hablaríamos de conceptos como: dominación y control del territorio, organización de las actividades cotidianas y respuesta ante las agresiones. Según la segunda tendríamos: personalización, apego al lugar, apropiación o señalización del espacio.
A través de la apropiación, la persona crea su identidad mediante su propia conducta dentro de un contexto sociocultural e histórico concreto. A través de la acción sobre el entorno, transforma el espacio dejando su “huella” simbólica, dotando al espacio de significado individual y social; al mismo tiempo, por medio de esa identificación, la persona y el grupo se reconocen dentro del entorno y asumen una serie de atribuciones sociales mediante las cuales se perciben iguales entre ellos y diferentes del resto de grupos.


La apropiación del espacio, a través de la identificación y la acción en el entorno, explican el apego al lugar. La atribución de simbolismo a un espacio se vincula con procesos afectivos; en general, el apego al lugar es un vínculo afectivo; así lo han definido Schumaker y Taylor (1983): “es un lazo o asociación afectiva positiva entre los individuos y su ambiente residencial”.
Numerosos autores creen que las categorías espaciales capaces de generar identidad social son tres: casa, barrio, y ciudad; por lo que la mayoría de investigaciones sobre el apego al lugar se han centrado en esas tres escalas. Yo quiero introducir una nueva y centrarme en las tres de mayores dimensiones, es decir: barrio, ciudad y región.
Región es un término amplio cuyos límites están doblemente definidos. Generalmente se definen administrativamente mediante provincias o comunidades, sin embargo los que más nos interesan a la hora de analizar los procesos sociales y la territorialidad, son los establecidos por los propios individuos debido a un sentimiento de identidad colectiva. El geógrafo Dollfus describe así el proceso de identidad regional: “Durante varias generaciones los pobladores de una determinada área territorial experimentaron las mismas vicisitudes históricas, afrontaron los mismos desafíos, tuvieron los mismos líderes y se guiaron por modelos de valores semejantes: de aquí el surgimiento de un estilo de vida peculiar y, a veces, de una voluntad de vivir colectiva que confiere su identidad a la colectividad considerada”. La identidad regional es producto de dos identidades interrelacionadas:

• Identidad histórica: construida en relación con acontecimientos históricos importantes y con un patrimonio sociocultural, natural o socioeconómico.

• Identidad vivida: reflejo de la vida cotidiana y del modo de vida actual de la región.


La ciudad es categorizada de muchas formas diferentes: como aglomeración de edificaciones y sus espacios intersticiales que delimitan grandes asentamientos, como concentraciones de gran densidad de individuos o como conjunto de instituciones urbanas con gran variedad de actividades económicas, entre otras definiciones. En definitiva, la ciudad es un espacio abordado desde múltiples enfoques y con características diversas, pero sus atributos esenciales que la diferencian son de carácter cultural. Es un espacio social de convivencias grupales en un momento histórico determinado, que condiciona a través del valor del suelo, la distribución de los habitantes, obligándoles a unas rutinas de interacción y desplazamiento para salvar las distancias entre áreas residenciales, de trabajo u ocio.
La complejidad espacial y social de cualquier ciudad están conectadas. Robert Parka hablaba así de la identificación de los barrios: “Con el paso del tiempo cada colonia y cada barrio de la ciudad asume algo del carácter y las cualidades de sus habitantes. Cada una de las distintas partes de la ciudad se tiñe inevitablemente de los sentimientos peculiares de su población”. Los limites de un barrio no son fronteras físicas fuertemente diferencias, sino que más bien vienen determinados por la percepción de los individuos, por el sentimiento de pertenencia al mismo; y por ello, pueden variar de una persona a otra.

Los sociólogos pueden recurrir a factores espaciales y ecológicos para medir el estatus socioeconómico, pero también a las conductas de los residentes en una determinada zona. Por ejemplo, el uso común del espacio es mucho mayor en las clases medias, extendiendo su “hogar” más allá del edificio. En las barriadas es común que las ventanas estén abiertas como enlace de comunicación con el exterior y la comunidad o que los niños salgan a jugar a la calle. Los vecinos se identifican fuertemente con su barrio y lo ven como un lugar seguro y familiar. Esta sensación se va perdiendo cuando la ciudad se transforma y el espacio gana centralidad. El barrio pasa ahora a ser transitado por numerosos “intrusos” para los cuales no tiene función residencial, o se eleva el precio del suelo y por tanto cambia la clase social de sus ocupantes, cambiando la conducta, el valor simbólico y la identificación personal.


Investigación sobre el apego al barrio, ciudad y región:

Utilizando como base y punto de partida la investigación realizada por M. Carmen Hidalgo en su tesis doctoral “Apego al lugar: ámbitos, dimensiones y estilos”, he querido comprobar y estudiar ciertas hipótesis sobre el apego al lugar. A diferencia de la anteriormente citada, que utilizaba las escalas de casa, barrio y ciudad; yo he utilizado barrio, ciudad y región, a las que me he referido en este trabajo.
Por mi falta de conocimientos sobre la elaboración de ítems válidos para la obtención de resultados fiables, he utilizado el mismo cuestionario que la autora citada. Consta de una primera parte en la que se recogen datos de carácter sociodemográfico:
• Región
• Ciudad
• Barrio
• Lugar de nacimiento
• Tiempo de residencia en barrio
• Tiempo de residencia en ciudad
• Tiempo de residencia en región
• Edad
• Sexo
• Nivel socioeconómico

Las variables utilizadas en los resultados son: edad, sexo, nivel socioeconómico y región. Para esta última variable he utilizado dos muestras: una región con una identidad histórica-cultural muy marcada a nivel regional (Asturias) y otra, tradicionalmente, menos regional y más local (Castilla y León).
La segunda parte del cuestionario consta de un total de 18 items, los cuales han de ser respondidos según la escala Likert (nada, algo, bastante, mucho). Son tres apartados de 6 items de igual contenido aplicados a cada una de las escalas espaciales (barrio, ciudad, región).

Siento afecto por mi barrio
Me siento vinculado a mi barrio
Siento que pertenezco a mi barrio
Mi barrio es importante para mí
Me identifico con mi barrio
Me apenaría mudarme a otro barrio



Los resultados que me interesan de la investigación en la que he basado la mía han demostrado que:
• El apego al barrio es menor que a la ciudad.
• Las variables edad y tiempo de residencia, no influyen en el apego al barrio.
• La variable tiempo de residencia no influye en el apego a la ciudad, pero la edad si (aumenta a edades superiores).
• No se encontraron diferencias por las variables sexo o clase social.

Para mi investigación parto de los resultados anteriores. Además de contrastarlos, quiero comprobar otras dos hipótesis (el apego al barrio y a la región serán menores que a la ciudad en la muestra perteneciente a Castilla y León; y por el contrario, en Asturias el apego a la región será mayor que a la ciudad y el barrio) y comparar las relaciones entre Castilla y Asturias.
El dato de tiempo de residencia no lo he utilizado como variable, sino para eliminar los sujetos de la muestra con tiempos de residencia muy bajos.

Muestra y resultados:
Para este estudio conté con la participación voluntaria y anónima de 47 personas, 27 residentes en Asturias y 20 en Castilla y León. Se controlo que en la muestra apareciese suficiente variabilidad de sexo y edad. Para el nivel socioeconómico no la pude alcanzar, con lo cual elimine la variable por tratarse de una muestra sesgada. La distribución resultante es: 40% son hombres y un 60% mujeres. En cuanto a la edad osciló entre los 18 y los 68 años; un 45% se sitúa entre los 18 y 30 años, un 32% entre los 31 y 50 años y únicamente el 23% restante tiene más de 51 años.

La estimación de los resultados ha sido aproximada por tener un nivel mínimo de análisis de datos. He dado una puntuación a los ítems y para cada una de las escalas los resultados podían variar entre 24 y 6, siendo la media 15. (Adjunto como anexo las tablas.)

No se han encontrado diferencias significativas entre sexos ni por edad en ninguna de las escalas analizadas. La variable región, por el contrario, si ha obtenido diferentes resultados. Para la escala de barrio o ciudad, no se aprecian diferencias, sin embargo, al aplicarla al concepto de región encontramos que los residentes en Asturias tenían un apego superior a los residentes en Castilla y León. Queda por tanto comprobada mi hipótesis inicial.

Por otro lado, en general el apego al barrio ha sido menor que a la ciudad y a la región (como ya habían comprobado otras investigaciones) y no hay grandes diferencias entre ciudad y región.

El menor apego al barrio podría explicarse por la distribución de la ciudad. La ciudad capitalista se encuentra zonificada de tal forma que para cumplir todas las necesidades un individuo necesita acudir a diversos lugares de tal forma que crea relaciones sociales repartidas, y no participa de su barrio en comunidad.
A la hora de abordar la ordenación territorial, y a partir de los resultados obtenidos en la investigación, creo que hemos de tener en cuenta no solo la distribución de la misma, y las conexiones entre barrios, también la estructura interna de los mismos dotándolos de los servicios necesarios para satisfacer las necesidades cotidianas. Así mismo, hemos de tener en cuenta la identidad histórica y vivida específica de la región; especialmente en las que existe un gran apego.




El “buen” día en la ciudad “optima”: la utopía por la que luchar.

La organización del territorio es relevante para la acción y comportamiento humano, por ello creo que investigaciones de la psicología social y ambiental, la etología y la sociología pueden aplicarse también al urbanismo.
Festinger, Schachter y Back (1950) sugieren que: “El arquitecto que construye una casa o diseña un plano de un lugar, quien decide en donde habrá y en donde no habrá calles y quien determina hacia que direcciones estarán las fachadas de las casas y lo próximas que estarán unas de otras, también, en alto grado, estará decidiendo la configuración de la vida social entre las personas que vivirán en esas casas”.

Ante esto, planteo una pregunta: ¿son algunas pautas de la vida social más deseables que otras y por consiguiente deben ser perseguidas en la planificación espacial? Por ejemplo, ¿deben las personas ser distantes o amistosas con sus vecinos?
Bajo mi punto de vista y a partir de lo tratado en este trabajo, creo que un proyectista no ha de tratar de crear una pauta social específica, sino de brindar la máxima oportunidad de elección, creando una ciudad ordenada pero compleja y diversa. Deberá aumentar la exposición de las personas a toda una variedad de ambientes e interacciones, que dará lugar a posibilidad de elección y permitirá las diferencias individuales. Para estimular la exploración de otros escenarios, puede aumentarse el nivel de novedad y complejidad para causar curiosidad en los individuos.
Ha de tener un conocimiento muy extenso sobre los usuarios y ser experto en relacionar las necesidades y metas de los usuarios con la forma y funcionamiento de la ciudad. No hay una estética espacial o física universal, ni ha de protegerse la herencia natural del territorio tan solo porque sea natural o una herencia. La tarea consiste en buscar la distribución espacial que permita mayor libertad de elección e interacción humana, y al mismo tiempo, brinde acceso al ambiente natural, minimice sus impactos negativos y administre eficazmente los recursos.


Termino con unas palabras de Harold Proshansky sobre el futuro de la planificación territorial:
“Los urbanistas y diseñadores debemos estar con la revolución por incrementar la participación de las personas en modelar las formas sociales, económicas y urbanas, que a su vez, determinan la calidad de sus vidas.(…)

Desde luego esto no tiene fin: no hay ningún “buen” día practicable en una ciudad “optima” que repentinamente dará fin a nuestras insatisfacciones. Pues las necesidades, propósitos y deseos específicos que guían nuestras luchas están en perpetuo fluir, igual que las condiciones de nuestra sociedad siempre cambiante. Que el futuro sea, sin embargo, una utopía no es razón para no trabajar por mejores días en mejores ciudades.”


Jennifer de Jesús Villa
Enero 2011




BIBLIOGRAFÍA:

RESTREPO, GLORIA “Aproximación cultural al concepto del territorio” Artículo publicado en la biblioteca virtual del Banco de la República.


VIDAL MORANTA, TOMEU “La apropiación del espacio: una propuesta teórica para comprender la vinculación entre las personas y los lugares” Anuario de psicología, universitat de Barcelona (2005)

RIVAS, JUAN LUIS DE LAS “El espacio como lugar: sobre la naturaleza de la forma urbana” Universidad de Valladolid (1992)

HIDALGO VILLODRES, M.CARMEN “Apego al lugar: ámbitos, dimensiones y estilos” Tesis doctoral (1998)

ARAGONES TAPIA, JUAN IGNACIO “Psicología ambiental” Pirámide

PROSHANSKY, HAROLD M. “Psicología ambiental: el hombre y su entorno físico” México (1978)



1 comentario:

  1. Aquí me tienes.
    Todavía no he empezado a leer. Ya te contaré.
    Besazo

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